BRASIL. – En Nicaragua, Brasil trató de restablecer los canales diplomáticos al comienzo del tercer mandato de Lula, y el nuevo gobierno se mostró dispuesto a adoptar una «postura constructiva», según señaló el actual canciller brasileño, Mauro Vieira.
El año pasado, para evitar un enfrentamiento directo con el gobierno de Daniel Ortega, Brasil mantuvo silencio sobre las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua durante una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Simultáneamente, Brasil se ofreció a acoger a más de 300 nicaragüenses expulsados por razones políticas, manteniendo su rol como intermediario.
Más recientemente, durante una visita al Vaticano, Lula respondió positivamente a la petición del Papa Francisco de mediar en el conflicto entre el gobierno de Ortega y la Iglesia Católica, especialmente en relación al obispo Rolando José Álvarez.
Sin embargo, el aislamiento de Nicaragua quedó claro cuando Lula reveló que Ortega no había respondido a sus llamados. La estrategia moderada de Lula hacia Nicaragua sufrió un revés cuando Managua expulsó al embajador brasileño Breno da Souza Costa después de que Brasil, bajo la dirección de su Ministerio de Relaciones Exteriores, declinara una invitación para el 45 aniversario de la Revolución Sandinista.
En respuesta, Brasil expulsó a la embajadora nicaragüense Fulvia Patricia Castro Matu, agravando aún más las relaciones.
La situación en Venezuela es aún más complicada debido a su tamaño, relevancia regional, la crisis humanitaria persistente y el escrutinio internacional.
Lula intentó reconstruir los lazos diplomáticos, tensos durante los mandatos de Michel Temer y Jair Bolsonaro, invitando al presidente Nicolás Maduro a la Cumbre Sudamericana de 2023 en Brasilia y sosteniendo una reunión bilateral previa. Sin embargo, las tensiones aumentaron poco antes de las elecciones generales venezolanas, cuando Lula expresó su preocupación por los comentarios de Maduro sobre un posible «baño de sangre» si la oposición ganaba.
Lula respondió: “Me asustó la declaración de Maduro… quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre”. Maduro reaccionó despectivamente, sugiriendo que Lula «se comiera una manzana» si estaba asustado.
Tras la controversial victoria de Maduro, anunciada sin resultados oficiales por el Consejo Electoral venezolano, la posición de Brasil como mediador se volvió aún más frágil.
El régimen de Maduro incumplió los acuerdos de Barbados sobre elecciones libres y justas y aumentó la represión de la oposición, desafiando el papel de Brasil como mediador imparcial. Varios gobiernos latinoamericanos no reconocieron la victoria de Maduro, lo que llevó a la expulsión de sus embajadores de Venezuela. Brasil, junto con México y Colombia, pidió una resolución institucional de la crisis para evitar más violencia y exigió transparencia total al Consejo Electoral venezolano sobre los resultados.
Hasta ahora, la postura moderada de Brasil ha tenido resultados mixtos. Por un lado, tanto el gobierno como la oposición ven a Brasil como un posible socio para el diálogo. La líder opositora María Corina Machado, excluida de las elecciones, agradeció a Lula su «postura firme».
Además, Brasil acordó representar los intereses de Perú y Argentina en Venezuela y proteger sus embajadas. La Casa Blanca también reconoció el papel mediador de Brasil, con el presidente Biden expresando su apoyo en una llamada con Lula.
Por otro lado, Brasil, México y Colombia no han logrado que Venezuela revele completamente el proceso de votación o cese la represión de las protestas, lo que pone en riesgo la posición de Brasil a medida que la violencia aumenta y no surge ninguna solución práctica al estancamiento electoral.
Para mantener una política exterior que fortalezca su prestigio, el gobierno brasileño necesita encontrar soluciones a las crisis en Venezuela y Nicaragua, que representan los mayores retos diplomáticos para Lula. Superar estos desafíos consolidaría la posición de Brasil como líder regional y global.
Víctor Ferro es graduado en Ciencias Sociales por la Universidade de São Paulo y tiene un máster en estudios latinoamericanos por las universidades de Salamanca, Estocolmo y París 3-Sorbonne Nouvelle. Es miembro del Observatorio do Regionalismo, un grupo interuniversitario de investigación y estudios.