Kenscoff, Haití – Una comerciante de nacionalidad haitiana ha sido puesta bajo custodia y se encuentra actualmente bajo protección de las autoridades, luego de que se le vinculara con el envenenamiento de al menos 40 presuntos miembros de una pandilla que operaba en la comuna de Kenscoff, situada en las afueras de Puerto Príncipe, la capital del país.

De acuerdo con un reporte divulgado por el medio local Noticias Kominotek, la mujer habría utilizado aceite de oruga —un potente químico agrícola comúnmente utilizado para el control de plagas— como ingrediente letal en la preparación de una tanda de empanadas caseras, conocidas en la región como patés, que luego ofreció a integrantes del grupo delictivo.
La sustancia provocó efectos casi inmediatos. Testigos relataron que varios de los hombres comenzaron a presentar convulsiones, dolores intensos y signos de envenenamiento minutos después de consumir los alimentos. Ninguno de los afectados logró llegar con vida a un centro médico, lo que sugiere que la dosis utilizada fue altamente letal.
Desde principios de enero, los residentes de Kenscoff habían estado denunciando el accionar violento de esta pandilla, a la que se le atribuían extorsiones, robos y amenazas constantes contra la población local. La acción de la comerciante ha generado una profunda división en la opinión pública haitiana: mientras algunos sectores consideran que se trató de un acto desesperado de defensa comunitaria frente a la inacción de las autoridades, otros lo ven como una represalia ilegal y una masacre sin debido proceso.
Fuentes oficiales han indicado que se ha abierto una investigación para esclarecer los hechos y determinar si existieron cómplices, así como para definir el estatus legal de la mujer implicada. Por el momento, su identidad se mantiene en reserva por razones de seguridad.
El caso ha reavivado el debate sobre el colapso de la seguridad pública en varias zonas de Haití, donde la presencia de las pandillas ha aumentado en medio de una crisis prolongada, y donde la justicia por mano propia parece, en ocasiones, llenar el vacío dejado por las instituciones estatales.