
Los neurólogos de todo el mundo alertan sobre un aumento de derrames cerebrales en jóvenes. Aunque el ictus se ha asociado históricamente a la vejez, los datos más recientes demuestran que la tendencia está cambiando de forma acelerada y preocupante.
Este giro epidemiológico exige comprender las nuevas causas del derrame cerebral en jóvenes y adaptar las estrategias de prevención. Entender el problema ahora es clave para evitar una futura carga social y económica mucho mayor.

Una tendencia preocupante: más ictus entre jóvenes
Un análisis global publicado en The Lancet Neurology mostró que, de 1990 a 2021, la incidencia de ictus en personas menores de 55 años creció, mientras que en mayores se estancó. En jóvenes, el aumento fue más notable en países de ingresos medios y bajos.
Un informe de los CDC reveló que los adultos entre 45 y 64 años experimentaron un incremento del 15 % en la prevalencia de accidente cerebrovascular entre 2011 y 2022; en el grupo 18‑44 años el alza fue del 14,6 %.
Según la revisión publicada en Journal of Clinical Medicine, los ictus en menores de 50 años ya representan el 10‑14 % de todos los accidentes cerebrovasculares en Estados Unidos y Europa, con una tendencia ascendente constante.
La hipertensión no controlada explica buena parte del fenómeno. Un estudio transversal con datos NHANES encontró que 83,7 % de los adultos hipertensos en EE. UU. mantienen cifras por encima de 130/80 mmHg, siendo los menores de 45 años los menos conscientes de su condición (Richardson et al., 2024).
¿Por qué se incrementa el riesgo?
Hipertensión no controlada
La presión arterial elevada es el determinante individual más fuerte de ictus. Cuando se inicia en la tercera década de la vida, el daño vascular se acumula por más años, multiplicando el riesgo absoluto antes de los 50 años.
La pérdida de seguimiento médico en jóvenes explica el aumento de derrames cerebrales en jóvenes; la mitad de los pacientes menores de 44 años con hipertensión desconocen su diagnóstico y, por ende, no reciben tratamiento adecuado (Richardson et al., 2024).
Obesidad y síndrome metabólico
La prevalencia de obesidad se ha duplicado en adultos 18‑39 años desde 1999. La adiposidad visceral promueve inflamación, dislipemia y resistencia a la insulina, tríada que acelera la aterosclerosis cerebral.
El GBD 2021 atribuye un aumento del 88 % en los años de vida ajustados por discapacidad a un índice de masa corporal elevado. La epidemia metabólica incide directamente en las causas del derrame cerebral en jóvenes.
Tabaquismo y consumo de sustancias
Aunque la tasa global de fumadores desciende, el vapeo y los dispositivos electrónicos reintroducen la nicotina a edades tempranas. La exposición crónica lesiona la íntima arterial y potencia la formación de trombos.
Además, el uso recreativo de cocaína, anfetaminas y cannabis sintético actúa como detonante de vasculitis y crisis hipertensivas, motores directos del ictus hemorrágico en adultos jóvenes.
Causas específicas del derrame cerebral en jóvenes
Migraña con aura
Las personas que sufren migraña con aura duplican el riesgo de ictus isquémico. Se postula que la depresión cortical propagada induce disfunción endotelial y facilita la agregación plaquetaria (Bukhari et al., 2023).
El peligro se multiplica cuando coexisten anticonceptivos orales o tabaquismo; reconocer esta asociación permite intervenir precozmente con terapias preventivas y educación sanitaria.
Embarazo y anticonceptivos
La gestación aumenta el volumen sanguíneo y la coagulabilidad, mientras que el puerperio se asocia a fluctuaciones hemodinámicas. Ambos periodos elevan tres veces la probabilidad de ictus frente a mujeres no gestantes.
Los anticonceptivos combinados de estrógeno‑progestina pueden duplicar el riesgo, sobre todo en presencia de migraña con aura o trombofilias, razones que subrayan la demanda de asesoría individualizada.
Cardiopatías y foramen oval permeable
Hasta un tercio de los ictus criptogénicos en menores de 55 años se relacionan con foramen oval permeable (FOP). El pasaje paradójico de émbolos desde la circulación venosa explica oclusiones arteriales inesperadas en cerebros sin aterosclerosis.
La detección ecocardiográfica y el cierre percutáneo del FOP han demostrado reducir recurrencias, constituyendo un ejemplo de medicina de precisión en neurología vascular.
Disección arterial y traumatismos cervicales
Ejercicios de alta intensidad, manipulaciones quiroprácticas o accidentes menores pueden desgarrar la íntima de arterias carótidas y vertebrales. La disección es la principal causa de ictus arterial en menores de 45 años.
El diagnóstico precoz mediante angio‑TC o angio‑RM y la anticoagulación temprana son cruciales para evitar infartos extensos del tronco encefálico o del territorio carotídeo.
Enfermedades autoinmunes y trastornos de la coagulación
Lupus eritematoso sistémico, síndrome antifosfolipídico y anemia falciforme incrementan la agregación plaquetaria y la formación de trombos. Los jóvenes con estas patologías requieren seguimiento neurológico estrecho.
El papel del entorno y las inequidades sociales
Educación y nivel socioeconómico
El estudio de los CDC halló que las personas sin secundaria completa experimentaron el mayor incremento porcentual de ictus. La falta de educación limita el acceso a información preventiva y a recursos sanitarios de calidad.
Contaminación y estrés térmico
La exposición prolongada a partículas PM2,5 se asocia a disfunción endotelial sistémica. El GBD 2021 detectó un aumento del 72 % en la carga atribuible a temperaturas ambientales extremas, fenómeno que castiga especialmente a entornos urbanos densos.
Acceso a la atención y demora diagnóstica
En poblaciones rurales, los jóvenes tardan más en reconocer los síntomas y llegar a centros con unidades de ictus. La ventana terapéutica se pierde y las secuelas se agravan, perpetuando el círculo de discapacidad y pobreza.
Consecuencias multidimensionales del ictus juvenil
Sobrevivir a un ictus antes de los 40 años implica convivir con déficits motores, afasia o epilepsia durante décadas productivas. El impacto psicológico incluye depresión, ansiedad y alteraciones en la identidad laboral.
El coste económico engloba rehabilitación prolongada, pérdida de ingresos familiares y aumento del gasto sanitario público. Cada año de vida ajustado por discapacidad en un joven genera una carga social mucho mayor que en edades avanzadas.
Las familias asumen roles de cuidadores a largo plazo, con repercusiones emocionales y financieras que se extienden a hijos y parejas, reforzando la urgencia de medidas preventivas.
¿Qué podemos hacer para prevenir?
Incorporar la medición rutinaria de presión arterial y perfil lipídico en consultas pediátricas tardías detecta factores de riesgo antes de los 30 años y permite intervenciones farmacológicas tempranas.
Promover dietas basadas en plantas, actividad física diaria y entornos libres de humo reduce la inflamación sistémica y mejora el metabolismo; escuelas y lugares de trabajo son escenarios clave.
Las aplicaciones móviles de salud cerebral monitorizan presión arterial, ritmo cardíaco y recordatorios de medicación, acercando el control a poblaciones digitalizadas pero con poco contacto sanitario.
En conclusión
El aumento de derrames cerebrales en jóvenes es un indicador de que la transición epidemiológica avanza más rápido de lo previsto y que los factores de riesgo clásicos se manifiestan a edades cada vez más tempranas.
Comprender las múltiples causas del derrame cerebral en jóvenes —desde la hipertensión y la obesidad hasta la migraña con aura o la disección arterial— permite diseñar estrategias de prevención dirigidas y personalizadas.
Actuar ahora con políticas basadas en evidencia, educación sanitaria y acceso igualitario a la atención médica es la mejor garantía para revertir la tendencia y proteger a las nuevas generaciones de una discapacidad evitable.
Fuente: Comunidad Biológica